dro
fan 30 a
»Volví á mi hotel.
»Esta noche,—me dije,—has de suver la verdad,
»Todo indio posee ciertos conocimientos quími-
cos.
»Yo sabía que ciertos venenos se neutralizan con
otros y que la mezcla de ciertas substancias pre-
paradas con habilidad, me librarían, de sufrir la
influencia soporífera á la que había sucumbido
dos noches seguidas.
»Así es que tomé el partido de acudir á la cita
por tercera vez, mas solamente después de' haber-
me procurado diversas drogas de diferentes far-
macias; preparé mi brebaje que puse en un frasco,
»Vino la nocha y todo sucedió exactamente de
la misma manera; subí al coche, la mujer me con-
dujo con los ojos vendados, y á la hora, estaba
en el boudoir de Rumia; mas me pareció que los
perfumes que se percibían no eran los mismos, y,
en la duda, me acerqué para examinar los jarro.
nes.
»En efecto, contenían flores muy distintas que
me eran desconocidas.
Yo sabía la influencia de las anteriores, mas
no las de aquellas,
»Sin duda Rumia había adivinado mis intencio-
nes y una vez más me encontraba en su poder,
toda ve (que mi brevaje era completamente inútil,
Nadir se interrumpió aquí para decirme:
.—Tú ya conoces á esta mujer y sabes de lo
que es capaz...
Hice un signo afirmativo con la cabeza, y Na-
dir prosiguió;