Full text: Los tesoros del Rajah (7)

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—Sí, sin duda alguna. 
—¿ Y después? 
—Nos apoderamos del barco. 
» —Comprendido, 
»—Echaremos á Tippo Runo al mar y descmbar- 
caremos el tesoro y el niño en Europa 
»—¿ Vienes conmigo ? 
»—Sí,—me dijo Nadir, —porque quiero volver á 
ver á Rumia. 
»Su vista relampagueó al pronunciar este nom- 
bre. 
»Evidentemente no conocía yo la mitad de su 
aventura con la Bella Jardinera. 
»El capitán inglés hizo llevar á su mesa dos bo- 
tellas de ron y vasos y nos hizo señal para que 
nos aproximáramos así como á los dos malayos 
que también había contratado, 
»Y en cuanto hubo llenado y alineado nuestros 
vasos, sacó un libro de su bolsillo en el cual se 
encontraba las fórmulas ordinarias de contrata del 
comercio inglés. Y nos alargó un lápiz rojo, ha- 
sjéndonos firmar bajo de aquel escrito. 
»La autoridad británica se ocupa poco en saber 
á qué precio un capitán de un buque ha comprado 
la libertad de un hombre por un tiempo cualquiera. 
Desde el momento que la firma de un hombre está 
puesta al pie del documento, tiene el embarcador 
todo el derecho icoercitivo sobre “el contratado. 
»Desde este momento, pertenecíamos al capitán 
John Happer que, según costumbre, nos adelan- 
tó tres meses de paga. 
»Después de vaciar las botellas, nos dijo el ca- 
pitán: 
»—En marcha, que hemos de preparar las cosas 
para salir esta noche. 
Ya no podíamos volver atrás, 
Nadir frunciendo el entrecejo, dijo;
	        
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