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to cota «le malla, uso escelentes armas y mi persona está se-
gura. Lo que V. me propone no es aceptable, porque se es-
candalizaria la ciudad con mis-temóres. Agradezco la oferta
pero no debo aceptarla. 2
La verdadera razon era, que el miserable que traia en
sw jubon el charqui para su comida; aun siendo magistrado:
que llevaba la ¿economia hasta la" miseria, era incapaz de dar
gratuitamente habitación y comida. ¡Oh! malvado, rehusais
un rincon de tu hogar y un pedazo de tu pon ¡Dios te negará
el descanzo! E
No aceptó, pues, de miserable: la sórdida avaricia pro-
porcionaria el castigo.
Cada dia tornabase mas económico y mas ruin. Era
usurero, esplotaba á los pobres, vendia hasta sus ropas vie-
jas, jamás daba sino las buenas tardes! Los vecinos sabian
pasajes chistosos de aquella miseria asquerosa: ya estafaba al
infeliz indio que le vendia yerbas ó 'dulees, ya les hacia tratos
de mala fé y usurarios.
Cuando moria alguna de sus aves Ó animales domésticos
los enviaba á vender en los tambos d posadas: en el barrio le
odiaban: sus domesticos referian historias repugnantes de su
miseria; los forzaba á ayunar por economía: sus cabalgaduras
daban pena pues les esquivaba el alimento: la yerba del Para-
guay le servia varias veces, secándola al sol: su avaricia solo
podria tener igual entre los judios. Era peor que don Ono-
fre en la comedia de Moliére!
Aguirre rondaba la casa con atento cuidado.