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Mistress Fanoche lo, miró con 'mucha atención
y murmuró:
—Esto es todo lo que necesito, y.hasta me pa-
rece, que por un raro capricho de la casualidad,
se parece al mayor Waterley. He ahí unos padres
á los que voy á hacer felices.
—Y bien felices, por cierto—repitió 4 mofa una
voz desde el dintel de la, puerta.
Volvió mistress Fanoche, y vió á la vieja hue-
sosa que después de acostar á las niñas volvía.
—¿ Dónde está la madre?
—Se marchó.
—No os descuidáis, querida, á lo que veo—ob-
servó la de los lentes.
¿Os lo parece?
—La verdad es que Wilton es un hombre que
no tiene prec 10,
—Eso mismo fué lo: que pensé yo siemppre—re-
plicó mistress,; Fanoche,—Mirad' á este niño, Ana,
y ved qué guapo es.
—¡Muy lindo !—respondió la vieja con una voz
burlona y cruel.
Mistress ei cogió «el candelero que dejar:
sobre la chimenes
—Venid por ol dijo. marchándose hacia el
saloncito,—que tenemos que hiablar.
—Es muy tarde—contestó la vieja, —Hablaremos
mañana... Ahora vámonos á acostar.
Un relámpago de cólera centelleó en los ojos
de mistress Fanoche,
—¿0Os figurasteis, vieja imbécil, que os pago pa-
ra que no hagáis más que comer, beber y dormir?
—¡Muchas gracias!—replicó ásperamente la vie-
ja de los lentes. —Estoy segura de que no os arrui-
náis por mí, y, sin embargo, si no mie tuvieseis
á vuestro lado, no sé qué sería de vuestra casa.
: chiquillas sólo. me tienen miedo á mí.