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aun cuando la hubiesen sometido al tormento
no hubiera revelado.
—¿Es que vamos á echarle al río á este tam-
bién?—preguntó al entrar en el cuarto.
-No, ho se ahoga á tun chiquillo que puede pro-
ducir aún un millar de libras—contestó mistress
"anoche,
Y, al mismo tiempo, creyó ésta que era! conve-
niente ir á parlamentar un poco con el cochero.
Cuando se toma en la calle un carruaje á cuyo
cochero no se frnoce, conviene mucho pactar el
precio y, aparte de esto, mistress Fanoche nece-
sitaba hacer de manera que el cochero no conci-
biese ninguna sospecha al ver que colocaban «en
el carruaje un niño, tan completamente dormido,
que parecía muerto. y
Se asomó á la puerta y dijo:
—¡Eh! ¡cochero! : lo pos
—¿ Qué desea milady?—respondió. éste.
¿ Tenéis un buen culo pe
—Es excelente, j
—Vale más así, porque la noche está muy fría
y mi chiquitín acabaría por constiparse si em-
PR mucho fiempo en el viaje.
-Eso depende del sitio 4 que vayamos.
—A Hampstead ¿cuántas ARES 1s hay?
—Cerca de cuatro. ds 40
—¿Y cuál es el precio de la carrera? Porque
soy una pobre viuda que no tiene gran fortuna y,
se ve obligada á ahorrar muchos gastos.
—Me daréis una corona, y seis peniques más
si sois tres,
—Conformes, pero mos llevaréis á buen paso
¿eh?
—No hay dos! trotones de alquiler como el mío
en todo Londres—respondió con orgullo el co-
chero.
» Entró mistress Fanoche len la casa, se puso el
PAD 9,
ANA E e PR