Full text: La maestra de párvulos (1)

todo igual al de la vieja huesosa y con él ame- 
nazó á Rodolfo diciéndole: 
—Yo soy quien va á cuidar de ti, granuja. 
Silbó el látigo y cayó sobre las piernas del po- 
bre Rodolfo que dió un grito de dolor. 
XI1YN 
Dejemos ahora al desventurado niño en poder 
de aquellos tiranos con faldas y á la desconsolada 
irlandesa en compañía del Dandy, que la conso- 
laba lo mejor que sabía, aunque en vano, y pene- 
tremos en una cervecería muy conocida de la City 
y á la que llamaban Relay last Tabern, lo que 
quiere decir poco más ó menos, «taberna del úl- 
timo relevo» ó, si lo preferís; de la Ultima Etapa. 
Enfrente se hallaba 'un edificio cuadrado, de as- 
pecto bastante triste, con ventanas protegidas por 
Fuertes rejas, una fachada que imitaba la piedra 
tallada y á cuyos extremos se elevaban dos pabe- 
llones, y entre estos se extendía, una praderita de 
césped, de unos dos metros de ancha. 
Aquel edificio, que tenía tres pisos, se parecía 
á todo, convento, hospital, colegio Ó cárcel, pues 
sólo daba ¡(triste idea ¡por lo que se veía desde 
fuera, era la cárcel de la City en que encerraban 
á los deudores morosos, la cárcel de Wite Cross. 
Uno de los pabellones servía de entrada á los 
presos, y ¡el otro, de cómodo alojamiento del go- 
bernador. / y 
Enfrente se hallaba la taberna de la Ultima 
Etapa. 
Era en esta en la que el desventurado deudor, 
que iba á dar garantía con su cuerpo de la deuda 
contraída, bebía el último vaso de cerveza negra 
y trincaba con los esbirros que le habían prendi- 
do; allí era en donde los llorosos parientes se 
despedían del preso, allí, en donde de dos á tres,
	        
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