Full text: La maestra de párvulos (1)

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Friards, como le llaman los ingleses, y tocó du- 
rante un minuto en Temple Bar, lanzándose des- 
pués hacia el Sudoeste. 
Desgarróso la niebla bajo el esfuerzo de un rayo 
de sol, y madre é hijo pusiéronse á contemplar 
el grandioso espectáculo que se desarrollaba ante 
sus ojos. ' 
A la derecha veíase el palacio de Sommerset y, 
á la izquierda las negras casas de South Wark, de- 
lante de ellos el puente de Waterlóo, más á lo le- 
jos aun el de Westminster, y medio difuminadas 
por la niebla, la antigua Abadía y el Parlamento, 
cuyos cimientos bañaban las aguas, completamen- 
te perdido entre la bruma y en la. orilla derecha 
del Támesis, Lambeth Palace, la suntuosa resi- 
dencia de los arzobispos de Cantorbery. 
Aquel era el Londres opulento, el Londres de 
los palacios, la ciudad de los amos del mundo, 
que se presentaba deslumbrador á los admirados 
ojos de los modestos viajeros. 
Y, no obstante, el niño, el irlandesito cubierto 
de andrajos, se desprendió de Jos brazos de su 
madre, se dirigió á la proa, y dirigió tuna altiva 
mirada á la inmensa ciudad. 
Habríase dicho que era un aguilucho que desde 
el borde de su elevado nido, contemplaba con se- 
renidad las vastas llanuras de la atmósfera y del 
aire de las que, en adelante, iba á ser el rey. 
Y el gentleman, que ni un solo momento dejara 
de observar á la madre y al hijo, sorprendió aque- 
lla mirada y se estremeció. 
—¡Oh! ¡Cualquiera diría que es la mirada cen- 
telleante de sir Edmundo! : 
Al mismo tiempo, la mujer que también los con- 
templaba con extraña curiosidad, se deslizó como 
un reptil al lado de la irlandesa,
	        
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