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El Abale Samuel le tendió la mano diciéndole:
—¿Sois un hijo de Irlanda? Os creía francés.
—Soy efectivamente francés, pero todos los que
sufren son hermanos míos.
—¿ Quién fué el que os afilió 4 nuestra obra?—=.
siguió preguntando «el abate Samuel. !
Un hombre que murió por la caúsa de Ir-
landa. (es , AS
—i Y ese hombre?
—Para los lores que le juzgaron, para Ingla-
terra, en cuyo nombre le ahorcaron, era un po-
bre diablo, un mendigo, un individuo del pueblo
bajo, un cochero llamado Fatlen.
—;¡ Fatlen!—repitió el abate Samuel.
—Partí mi pan con él, y en Dublín hemos lle-
vado la misma vida durante seis meses. Estaba
condenado á muerte y había conseguido burlar,
las pesquisas de sus perseguidores.
Gracias á mi auxilio pudo fugarse de la cárcel,
y gracias también á mí, iba 4 poder abandonar
el suelo de Irlanda, ganar el continente y poner,
en seguridad su cabeza destinada al patíbulo.
Dios, sin embargo, permite á veces que los pro-
yectos más prudentemente preparados y las em-
presas mejor combinadas fracasen.
—Porque las causas nobles necesitan tener már-
tires—observó el abate Samuel.
—Una noche se acercó un «-barquichuelo de poco
tonelaje á uno de los sitios más desiertos de la
playa y ancló allí.
Sucedía esto en invierno y era tan espesa la
niebla que no se veía ni uno sólo de los faros de
las cercanías.
Una imoche, en fin, á propósito para una evya-
SIÓN,
Los marineros y el capitán eran franceses,
El capitán era yo.
Hacía muy mala mar, pero nuestro barco L.
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