Full text: La maestra de párvulos (1)

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dote, quedaron suspensos de los labios de aquel 
hombre, ¡al que no asustaba nada. 
—Escuchadme—dijo el Hombre Gris. —En Lon- 
dres se publican doscientos periódicos, que leen 
millones de hombres. * 
—¿ Y qué? 
—Que ¡en cada uno, de esos periódicos, se publi- 
cará este anuncio: 
«El clero de San Gil participa 4 los fieles, que 
»la ceremonia beligiosa que debía celebrarse el 
»día veintisiete de Octubre, se aplaza para el día 
»tres de Noviembre á la misma hora.» 
—¿No os parece que ese anuncio podrán leerlo 
esos que vienen uno de Irlanda, otro de América, 
el tercero de Escocia y el cuarto del país de Gales? 
—¿ Y el niño?—preguntó con viveza el viejo. 
—Ya sabemos en donde le hallaremos—respon- 
dió «el Hombre Gris. 
—Pero, para todo lo que decís, se necesita mu- 
cho dinero—observó el abate Samuel. 
—Yo lo tengo—contestó. el Hombre Gris. 
Y sonriendo añadió: 
—Tengo millones al servicio de Irlanda. 
XXXI 
¿Qué le había ocurrido desde la víspera á la 
pobre irlandesa? 
Lloró sin consuelo cuando el bueno del Dandy 
volvió diciéndola que su hijo no se hallaba en 
casa de mistress Fanoche. 
El mendigo filósofo tuvo que apel ar á toda su 
elocuencia primero, y más tarde, á toda su fuer- 
za, física, para impedir que Juana se arrojase del
	        
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