Full text: La maestra de párvulos (1)

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qué me lo dijo el Hombre Gris, y cuanto dice éste, 
es verdad. e 
A fuerza de razones y de paciencia, el buen Dan- 
dy consiguió reanimarla, infundiendo “algún ánimo 
en el alma atribulada de la pobre madre. 
No era, por otra parte, más que un día y una 
noche lo que le faltaba que pasar, puesto que al 
día siguiente vería al Hombre Gris, y con él al 
abate Samuel. 
Al parecer, la irlandesa se resignó. 
No lloró ni habló más, sino que pareció que se 
concentraba en su dolor. 
Y, por último, obedeció el Dandy, que consiguió 
hacerla tomar algún “alimento. 
Durante el resto del día, el Dandy no se separó 
de ella ni lun momento, y cuando se hizo de no- 
che la aconsejó que se metiese en la cama. 
La irlandesa accedió. 
Mientras tanto verificábase, sin embargo, 'un ex- 
traño fenómeno en el ánimo de la pobre madre. 
Tenía fe en el Dandy y no habría querido aban- 
donarle; pero sentía como una obsesión, una idea 
fija; la de volver á aquella casa en la que la ha- 
bían robado su hijo. 
—Me parece que yo la encontraré—se decía; — 
y que esas mujeres no se atreverán á ocultarlo 
durante más tiempo y me lo devolverán. 
Y se metió en cama con la esperanza de que el 
Dandy se marchase. ' 
El mendigo filósofo, que había tomado una ha- 
bitación al lado de la de Juana, se mardhó al 
poco rato, y ésta, que estaba escuchando con mu- 
cha atención, le oyó bajar la escalera, 
Se asomó á la ventana y miró á la calle, viendo 
salir al Dandy de la casa de dormir y echar á 
andar después con rápido paso, encamihándoso 
hacia Leicester square, 
ás O llas. 
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