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pérdida de Irlanda, y que dejó que se levantase
el patíbulo para sus libertadores.
Al oir Juana estas palabras, dió un grito
—¡ Mentís ! —exclamó. A :
Llevóse el Hombre Gris la mano al corazón.
—En nombre de vuestro hijo, que yo seré el
único que os o —08 juro que es la
verdad.
—A mi hijo—dijo Juana, —lo veré dentro de al-
gunas horas, porque lord Palmure fué á buscarle.
—Lord Palmure no volverá á esta casa—dijo
resueltamente el Hombre Gris, Po que os ha-
yáis marchado de ella.
—¡ Qué queréis que me marcho de a ba 1e-
mó la irlandesa, '
En nombre de vuestro esposo RÍO y de
vuestro hijo vivo, en el del sacerdote que Os €es-
pera y de Irlanda que contó, con vos, os intimo,
Juana, á que me sigáis,
xD
Juana miró con desconfiado estupor al Hombre
Gris. /
—¡No me queréis creer ajo ci
No le respondió Juana. *'
—No me queréis creer, del mismo nodo que tani-
poco creísteis al abate Samuel, y preferísteis te-
ner confianza en un hombre que, en efecto, es
hermano de sir Edmundo, y que fué quien le en-
tr egó á sus verdugos.
La irlandesa recobró aquella vez la palabr:
—¿Y quién me asegura —preguntó,—que lo rd
me decís es la verdad?
CM dai?