WIFE
Ñ
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'—SÍ.
Delante de la puerta ee este palacio; está aguar-
dando «el sacerdote al que visteis antes... y, que
me ayudó á salvaros.
—¿El abate Samuel ?
,—Le hice salir de la cárcel, conforme os “pro-
metí.
Sintióse atraída la irlandesa hacia aquel hom-
bre por un arranque (irresistible.
—¡Oh !—exclamó.—¡ Quién quiera que seais, ten-
go fe en vos!
Abrió «el Hombre Gris la puerta de la' habita-
ción, y Juana, echándose á temblar, vió á lady,
Elena sentada en el mismo sillón en que se des-
plomara “antes sofocada por la cólera.
El Hombre Gris. se acercó á la joven lady.
—Cumplísteis, milady, una parte de la promesa
— la dijo, —pero no es esto todo, porque la vida
de vuestro padre corre peligro tanto como antes.
Contemplóle la joven con una especie de rencor,
que se somele á la fuerza.
—¿Qué más es lo que queréis de mí?—preguntó.
— Que nos guieis hasta que podamos salir de
aquí.
—¡Ah!
El Hombre Gris añadió:
, —Es muy tarde, y vuestros criados se acosta-
ron ya. Coged: ese candelero, y guiadnos hasta la
puerta del invernadero que da al jardín. En el fon-
do del invernadero hay otra puerta cuya llave
debéis tener. Esa puerta comunica con un calle-
jón y pyor ella es por la que saldremos,
Lady Elena miró á la irlandesa.
—De manera—la dijo,—que os vais á marchar
con ese hombre.
Juana bajó los ojos,
—¡Es Irlanda la que lo manda!
Un temblor nervioso agitó todo el cuerpo de