Full text: La maestra de párvulos (1)

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quiera que len- 
Lo mA A 
—Tened presente que aquí, cuales 
ga dinero, es el amo. luis 
—En todas partes pasa: lo mismo—observó el 
Dandy, que golpeó el chaleco, y por lo tanto, las 
guineas.  ' yo pan lar 
El Hombre Gris continuó: 
—Si se han apoderado de vuestro hijo, es por“ 
que quieren guardarlo, y para apoderarnos de él 
tenemos que emplear más astucia que fuerza, por- 
que ésta no vale nada para los que no tienen di- 
MOTO. min eo. : 
—Pero el caso es que yo lo tengo— dijo «el Dandy. 
—¿Tú?—replicó el Hombre Gris sontiendo. — Tú 
lo que eres un hombre honrado y un imbécil. 
Y saltó á la calle, encargando al cochero que no 
se moviese de ésta. Dicho esto se alejó, sin apre- 
surarse, acercándose al número treinta y cinco, 
pasando y repasando por delante de la casa y exa- 
minándola con mucha atención. 
—¡Pobre mujer!-—murmuró acordándose de la 
irlandesa. —¡Cómo debe latirle el corazón y que 
impaciente debe estar! 
En vez de llamar á la puerta de la casa, siguió 
más allá. Enfrente de la puerta había una ccrve- 
cería y entró en ella, pidiendo un vaso de ginebra 
y diciendo á la joven que le sirvió: 
—¿ Conocéis 4 mistress Fanoche? 
—Si—respondió la joven del mostrador,—la co- 
nozco porque de vez en cuando envía por un ja- 
rro de cerveza. , 
—¿ En dónde vive? 
—Ahí, en el número treinta y cinco, en aquella 
casa ¿la veis? 
PA ( 
Contestó el Hombre Gris, y tomó tun aire inocente 
y, bonachón. 
—Si os hago esa pregunta), es porque tengo, una 
niña y quiero meterla en un colegio,
	        
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