Full text: La maestra de párvulos (1)

Ea 8 = 
El Hombre Gris repitió con el pulgar de la mano 
derecha el signo de la cruz que antes hiciera con 
la izquierda. 5 
Y el desconocido se inclinó diciendo: 
—Habla, maestro, y obedeceré. 
El primer signo de la cruz quería 
iguales ante un mismo secreto», y el segundo sig- 
nificaba: «En toda asociación misteriosa, hay hom- 
bres que obedecen y hombres que mandan; yo 
soy de estos últimos.» 
—¿Qué es lo que hay que hacer?— preguntó el 
decir: «Somos 
transeunte. : 
—Seguirme—respondió el Hombra Gris. 
Y retrocediendo se dirigió hacia el carruaje, en 
el que el Dandy pasaba grandes trabajos para 
contener á la irlandesa, que pedía, con lágrimas 
y gritos, que la devolviesen su hijo. 
El paseante lo siguió dócilmente, sin hacer nin- 
guna objeción. 
XV 
El Hombre Gris se acercó al arruaje. 
—¡ Cómo !—dijo el Dandy que le había visto pa- 
delante del número treinta y cinco sin 
entrar en la casa. —¿No supisteis encontrar ? 
En vez de responder al Dandy, el Hombre Gris 
se encaró con la irlandesa. 
—No os voy á preguntar si quercis mucho á 
vuestro hijo y—dijo,—si daríais vuestra sangre por 
recuperarlo. 
—¡Sí! ¡Sí! ¡Mi sangre y mi vida!—exclamó. 
—Pues bien—siguió diciendo el Hombre Gris con 
tan acento tan solemne que hizo estremecerse á la 
pobre madre, —escuchadme con mucha atención, 
seriedad y calma, si es que queréis recobrar á 
; vuestro hijo. 
Dejaron de gorrer cn el 
sar por 
acto sus lágrimas, y
	        
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