El niño tenía 'una señal extraña.
En medio de su cabello castaño y Casi negro,
destacábase un mechón rojo, delgado y fino, que
le bajaba hasta: el medio de la frente.
Ambos, tanto la madre como el hijo, contempla-
ban con inquieto estupor la ciudad inmensa que
se elevaba á las dos orillas del río, con sus iglesias
sinnúmero, «estaciones gigantescas, puentes ciclóz
eos, y sus casas negras y ahumadas,.'
¿De dónde procedían ?
No lo sabía nadie.
Se habían embarcado en Greenwic 'h, hasta don-
de habían ido á pie.
Suspirando había sacado la me dre de su porta-
monedas, en el que se entrechocaban dos ó tres
chelines con alguna moneda de cobre, los peniques
necesarios para comprar el billete del vapor óm-
nibus. Ce
Hecho esto, sentóse sobre cubierta, teniendo á
| su hijo en brazos, y durante largo ralo qe mane-
ció así sin decir nada á nadie,
Al cabo, y en el momento en que al apor se
detenía 'un instante en los Docks de la India, pre-
guntó si lo que se extendía delante de ellos eral
Londres. AAN pa ,
y —Sí y no,—le respondió un hombre óbeñó y de
rojo cabello; un escocés vendedor de pescado que
se dirigía á London-Bridge.—Según y conforme,
madrecita, porque Londres está en todas partés.
y no concluye en ninguna; ¿4 dónde vais”
¿La joven vaciló tun momento.
+ —Pues voy,—dijo al cabo,—á un barrio. en el
que se encuentran una iglesi sia que se llama de
San Gil y á Lawrencestreet.
—Bueno,—dijo el escocés, —ya sé que San Gil
es una iglesia católica.
—SÍ.
, ¿Sois irlandesa?
O
IRA A