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—Si me dices quién es tu amo y en dónde vive
«—siguió diciendo lady Elena,—te doy mil libras.
Meneó la cabeza el criado.
—Soy rica, muy rica, y puedo darte «l doble,
el triple de esa suma.
—Por muy rica que seais, milady—respondió
fríamente tel lacayo,—mi amo lo es mucho más
que vos, y los que le servimos no acostumbramos
á hacerle traición.
Saludó, dió un latigazo á su caballo, y sa alejó
al galope,
—Pero, ¿quién es ese hombre?-—murmuró lady
Elena sintiendo que de sus ojos se desprendían,
lágrimas de rabia,
Y, excitada y temblorosa, volvió á su casa en
la que encontró á lord Palmure.
Este parecía radiante de alegría.
—Hemos hallado, al niño—dijo.
—¿Al niño?
—Sí, está preso en el calabozo de 'un tribunal
de policía. Ahora acaba de salir de aquí el juez.
—Y bien, ¿qué hay?
“—Pues que mañana comparece ante su tribu-
nal, y me lo entregarán.
Meneó lady Elena la cabeza diciendo:
«¿Y por qué no lo reclamáis en seguida?
—Porque ¡esa criatura cayó len poder de una ban-
da de ladrones, y es indispensable su compare-
cencia lante «el "magistrado en audiencia pública,
y antes de que pueda entregármelo.
—Mañana—observó lady Elena, —será quizás de-
masiado tarde.
—¿Decís que demasiado tarde?
E
—Pero...
—Escuchadme, padre mío —interrum pió lady Ele-
na.—No puedo explicarme con más claridad, pero
tened entendido que no es con vagabundos ni coyy