Full text: El niño perdido (2)

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Ó le diese alguna carta para alguno que se inte- 
resa por él, : 
—Nunca se había pensado en semejante cosa— 
continuó master Pin—hasta el año pasado en que 
sucedió que se fugó un preso, y se sospechó que 
los obreros habían favorecido la evasión, 
—¿ Y cómo lo hacen ahora?—preguntó Colden 
con la mayor inocencia. 
—Todas las semanas, ¡el sábado por la mañana, 
se echan suertes y los que resultan agraciados, 
son los destinados á trabajar en el interior de 
la cárcel. 
—No me parece del todo mal. 
— Y hacen que decida la suerte, porque de no 
ser así no querría ir ninguno. 
—¿ Y después? 
—Desde ese momento se consideran como si fue- 
sen presos. 
—¿ Para siempre? 
—No, nada más que durante ocho días. Se les 
quitan sus ropas, y se les obliga á que usen el 
uniforme de la casa. Durante esos ocho días, es- 
tán sometidos á una verdadera disciplina. 
Cuando termina esa semana se les varía, se les 
devuelven. sus ropas, y no se les permite salir 
hasta que éstas han sido sometidas á un minucíio- 
so registro. 
—¿ Y si uno de los trabajadores de los que de- 
signó la suerte se nesase—preguntó Juan Colden. 
—Sus compañeros le arrojarían de su lado y 
no encontraría trabajo en ninguna parte, 
—Lo que es 4 mí no me asusta la idea de tener 
que vivir ocho días entre cerrojos—dijo Juan Col- 
den. 
—¿No tienes hijos? 
:«—Soy soltero. 
—Pues entonces es muy fácil—dijo master Pi: 
Niño perdido --10
	        
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