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Y esta vez se abrió la puerta de la celdita en
que le habían encerrado.
El mismo agente que le hablara el dialecto de
su infancia y le nombrara á su madre, le dijo con
mucha dureza en inglés:
—¡ Vamos! ¡Baja de ahí racimo de horca!
Obedeció Rodolfo que se vió rodeado de una
media docena de hombres de rostro patibulario,
y de aspecto siniestro,
Eran los ladrones ó criminales que habían ido
recogiendo por «el camino.
Y 4 todos ellos les. rodeaba, un pelotón de agen-
tes de policía.
El coche celular no estaba en la calle, sino en
un patio rodeado de elevadas paredes.
Formaban éstas el primer recinto amurallado
de Cold Bath field. »
El policeman de las patillas rojas se destacó
del grupo y fuese á llamar á una puerta que se
veía en el fondo del patio.
Desde el interior respondió «el tafido de una
campana con un ruido lúgubre,
El tañido de aquella campana tenía algo de ron-
co y cascado, que llenaba eel corazón de misterioso
espanto,
Tras de la puerta qwe se abrió oyóse el paso
pesado y mesurado de algunos hombres.
Los agentes que habían escoltado el coche, no
pasaron del patio.
El único que franqueó aquella puerta, que da-
ba acceso á las oficinas de la cárcel fué el agente
de las patillas. >
Este era lo que se podía llamar jefe del convoy
y el que entregaba uno á uno los presos á los
carceleros.
Cogió 4 Rodolfo de la mano y le dijo con voz
dura: :
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