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Volvió el vigilante Whip la cabeza, abandonó su
asiento, y cruzó con el látigo las espaldas de Ro-
dolfo.
Este lanzó un segundo grito.
En el mismo momento se volvió y vió á Juan
Colden que se ponía un dedo en los labios.
Comprendió de lo que se trataba y no gritó
más.
Y como quier'á que el cilindro se parase y le
tocase á él el turno, encaramóse Rodolfo y sa
asió á la barra transversal.
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Sucedía todo esto el mismo sábado para el que
el Hombre Gris citara 4 Bardel en la taberna de
la Justicia de la Reina.
A las siete y media en punto estaba el Hombre
Gris en su puesto.
. Bardel no se había presentado aún.
Presentóse un hombre antes que el jefe de los
vigilantes, y el que lo hizo fué el bueno del Dandy.
Dirigió una rápida mirada á su alrededor y vió
al Hombre Gris que estaba bebiendo con mucha
tranquilidad un vaso de grog.
En aquellos momentos se encontraba completa-
mente desierta la taberna.
Antes de ahora lo hemos dicho: la parroquia
de la Justicia de la Reina se componía únicamen-
te de los empleados de la cárcel y parientes de
presos.
A las siete de la tarde, y sobre todo en invierno
ya de noche, no salía ningún carcelero y hacía
o tiempo, aun hasta en los viernes, día de
visita, que los que iban á visitar á los presos, se
habían marchado.
Las únicas personas que podían salir de la cár-