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de vigilar el corredor en que está la celda del niño,
por lo que creo que Juan Colden tendrá necesidad
de usarla duñal.
Tardó'%l Hombre Gris algún tiempo en respon-
der.
—¿ Toma rapé ese hombre?—preguntó al cabo,
—Si—respondió Bardel,—casi tanto como yo.
Como nos está prohibido fumar dentro de la vár-
cel, nos indemnizamos tomando rapé.
Y, esto diciendo, sacó Bardel del bolsillo una
cajita de corteza (dye árbol de esas llamadas de
cola de ratón, sin duda por la correita de “uero
que sale de la tapa, y que sirve para tirar de ésta.
. El Hombre Gris buscó algo en los bolsillos de
su hopalanda y sacó una, poco más ó menos, muy
parecida, con la única diferéncia de que ésta te-
nía dos divisiones.
—He aquí—dijo,—una cosa que es mucho mejor
que el puñal que entregasteis á Colden.
—¿Cómo es eso?—preguntó Bardel.
—¿A qué hora hacéis vuestra ronda?
—Entre nueve y diez.
—Pues esta noche la haréis á las nueve en punto.
—Conformes.
—Tomad esta tabaquera, y fijaos bien que tiene
dos fondos, y que, por tanto, se “abre por los
dos lados.
—Ya lo veo. 6 ;
—Una de las correítas tiene un nudo ¿lo veis?
—SÍ.
—Pues esta es la parte de la tabaquera que
abriréis al pasar por delante de Whip.
—¿Y le preguntaré si quiere tomar rapé?
—Eso mismo.
—Ahora lo comprendo: ese tabaco tiene un nar-
cótico—dijo Bardel.
—Si—respondió el Hombre Gris.—¿Queréis sa-