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Á Whip no le podían ver ni los presos hi sus
compañeros; pero entre éstos había, sin embar-
go, una excepción.
En todos los países rige el refrán de «Dios los
cría y ellos se juntan.»
Había en Cold Bath field otro vigilante, que
generalmente solía estar destinado á ia sala de
las cuerdas y estopas y que no cedía nada en
crueldad á Whip.
El amigo de éste se llamaba Jonatan.
Era el único que estimaba 4 Whip y compren-
día su carácter.
A la hora de 'las comidas se sentaban uno al
lado del otro, y si les tocaba salir de paseo el
mismo día se les veía visitar juntos todas las ta-
bernas del barrio.
Tanto Whip como Jonatan odiaban cordialmen-
te á Bardel, del que decían era demasiado suave.
Aquella noche, como die costumbre, sentáronsa
juntos á la mesa y empezaron <á hablar mal de
Bardel.
Jonatan se inclinó al oído de su compinche, y
le dijo:
—Algo mejor irían las cosas, querido Whip, si
ocupaseis su puesto. ¡Vaya un jefe de vigilantes
que haríais!
—¡Bah! Creo que desempeñaría mejor esas fun-
ciones—dijo modestamente el hombre látigo.
—Lo creo sin trabajo, querido.
—Pero el director tiene los ojos puestos en Bar-
del.
—Pues hace muy mal—dijo Jonatan.
—Eso mismo opino yo.
—Tanto más cuanto que hace una porción de
tiempo que Bardel abandona el servicio.
—¡Ah! ¿Lo creéis así?
—Y aun cuando me dijesen que está trabajan-