Full text: El niño perdido (2)

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guiéndole vigilantes y soldados llegó al pie de la 
pared. 
Al acercarse á aquel sitio, fueron en aumento 
los gemidos. 
Bajando la linterna, vió el gobernador á un hom- 
bre que se retorcía en el suelo y que parecía era 
presa de horrorosos sufrimientos. 
—Le conozco—dijo un vigilante,—es uno de los 
albañiles que estaban trabajando en la pared que 
se derrumbó. 
Era, en efecto, Juan Colden, que al volver en si 
después de un prolongado desmayo y reanimado 
sin duda por el frío de la noche y sufriendo mu- 
cho, pedía auxilio. 
—¿ Quién sois?—le preguntó el gobernador in- 
clinándose para hablarle. 
Oyóse una exclamación de horror lanzada por 
uno de los vigilantes. 
A diez pasos de Juan Colden, se encontraba el 
cadáver de Whip. 
Durante un momento figuróse el gobernador ha- 
ber descubierto las huellas de la verdad. 
En su concepto Whip, vendido á personas extra- 
ñas al establecimiento penitenciario, había narco- 
tizado sucesivamente á Bardel y á Jonatan para 
favorecer la evasión de 'uun preso. 
Pero encontraban á Whip con una puñalada en 
el corazón y muerto. 
Además su rostro amoratado, su lengua que le 
colgaba fuera de la boca, su corbata fuertemente 
apretada alrededor del cuello y su desgarrado uni- 
forme, constituían otras tantas pruebas de que de- 
bía haber sostenido 'uuna lucha. 
¿Habría perecido Whip víctima de su deber? 
No era un traidor, sino un mártir. 
Juan Colden, que había perdido mucha sangre, 
no se hallaba naturalmente en estado de poder 
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