rece, Apostaría cualquier cosa á que pronto le
tomarías cariño.
—Y prueba de ello es—respondió Bulton,—que
quisiera conservarle á mi lado.
—¡Ah! No has de hacer nada de eso—replicó
Susana.—Y además me lo has prometido, ¿no es
verdad ?
—Y vuelvo á repetir la promesa; pero la cum-
pliré después que haya cortado la cuerda,
—Sea—dijo Susana.—No obstante eso, tengo de-
seos de hacer una cosa.
—¿ Cuál es?
—Irme sola á dar vueltas por los alrededores
de San Gil.
—¿Para qué?
—Para enterarme con maña de si se ha perdido
ó no algún niño... y si han visto á alguna madre
que anduviese en busca de alguno por allí y...
—Para eso hay tiempo mañana,
—¿ Y por qué no hoy?
—Te lo repito; porque le necesitamos esta no-
che. Además, supón que se despierta durante tu
ausencia...
—Es verdad—dijo Susana,—te cansarás y le pe-
garás. Sí, tienes razón, vale más que me quede;
pero ¿cómo componernos para hacerle esperar
hasta mañana?
—Cuando se despierte tendrá gana de comer,
—Sí, es probable,
:«—Y sed.
“—Puede que sí.
—Pues bien, ya sabes que cuando nosotros los
ladrones queremos hacer dormir á alguno, em-
borrachándole lo conseguimos con mucha facili-
dad. Dos gotas de ginebra y dos de bitter qa un.
jarro de cerveza negra, y es cosa hecha,
—¡ Calla! —ordenó Susana
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