Full text: El niño perdido (2)

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" "A esto se debió el que el cochero, que no ha- 
bía visto entrar á Tomás Elgin en la casa, no se 
hubiese recobrado de su sorpresa cuando apare- 
ció Bulton. 
Puede decirse que éste atravesó de un salto el 
jardín, y en seguida abrió la portezuela del co- 
che, diciendo al cochero: 
—Un marido celoso... hombre herido... sal á es- 
cape, y hay dos coronas para ti si vas deprisa. 
No pidió el cochero más explicaciones, restra- 
1ó el látigo y el carruaje arrancó, 
La flema británica no es una exageración. 
La espantosa detonación del trabuco despertó 
á aquel tranquilo barrio de modestos rentistas y 
honrados comerciantes de la City que practica- 
ban, desde el sábado el piadoso aislamiento del 
domingo, 
Fuéronse abriendo lentamente algunas ventanas, 
y con más lentitud aun las puertas, y al cabo se 
presentaron dos policemans; pero, cuando esto su- 
cedió, hacía bastante tiempo que el carruaje en 
que se alejaban Bulton y Susana había desapa- 
recido entre la niebla. 
Engolosinado con la oferta de las dos coronas, 
el cochero no daba paz á la mano, y hacía que 
el caballo llevase una carrera desenfrenada. 
Presa de una gran desesperación, llamaba Bul- 
ton á Susana y la colmaba de caricias. 
Habíase desmayado la joven, y su amante la 
creía muerta, 
—¡Ah! ¡Qué desgracia más grande! He sido cau- 
sa de la muerte del único sér al que quería en el 
mundo. 
El carruaje bajó hasta Kinsington garden, pasó 
por Hyde Park y entró en Oxford, todo esto en 
menos de media hora. 
Como hombre inteligente, el cochero dió mu- 
chos rodeos por las calles transversales, seguro
	        
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