Full text: El niño perdido (2)

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Encogióse de hombros el constable. 
—No me toca á mí decidirlo—respondió,—pero 
lo que sí puedo deciros, es que irá al Molino a 
esperar á que llegue el día en que cumpla veinte 
años. 
Al oir aquellas palabras, estremeciéronse tanto 
Juan Colden como el Dandy. 
¡El Molino! 
Es decir, el suplicio más espantoso que haya 
podido idear la imaginación más delirante de un 
justiciero; una tortura sin igual que la libre y 
filantrópica Inglaterra, aplicó á aquellos que tra- 
taron de apoderarse de la propiedad ajena. 
Y el Dandy, al que el constable declaró que 
se podía retirar libremente, se echó á llorar mur- 
murando: 
—¡Pobre criatura! ¿Permitirá el Hombre Gris 
que le lleven al Molino? 
XII 
¿Qué pasó en casa de Tomás Elgin después de 
la fuga de Bulton llevándose 4 Susana? 
Esto es lo que vamos á narrar brevemente. 
La detonación del trabuco alarmó al pacífico 
barrio de Kilburn square, barrio en el que no 
había ni tabernas ni almacenes, y cada una de 
cuyas casitas estaba habitada por un comercian- 
te que tenía su despacho en la City. 
En Londres el sábado por la tarde es un digno 
preludio de ese otro día de mortal aburrimiento 
que se llama domingo. 
Criadas y cocineras han hecho ya de antemano 
sus compras, y sus amos se encierran después 
de cenar para leer la Biblia. 
Hasta los pianos enmudecen, y bien sabe Dios 
que los pianos son muy numerosos en ese pueblo 
antimelómano que se llama pueblo inglés. 
El disparo del trabuco produjo en Kilburn street, 
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