Full text: El niño perdido (2)

aquí?—preguntó fijando en Rodolfo una mirada 
iracunda y terrible. 
Cruzó el pobre niño las manos, se puso de rodi- 
llas, y juró que no era ladrón. 
Ordenóle el magistrado que repitiese la decla- 
ración, y de ésta tomó nota el secretario. 
Al declarar, pronunció Rodolfo por segunda vez 
el nombre de Susana y de Bulton, 
Habló de su madre, á la que buscaba, de la 
señora que le había tenido encerrado y le pega- 
ba: contó, en fin, su historia con notable lucidez. 
Escuchóla el magistrado encogiéndose de hom- 
bros. 
Tomás Elgin vociferaba por su parte, diciendo 
que todo aquello era un cuento, y que los la- 
drones dan pruebas de una precocidad y de una 
inteligencia maravillosas. 
El magistrado mister Booth, sacó el reloj y dijo: 
—Falta muy poco para que den las diez de 
la noche. Mañana domingo, día de descanso, no 
hay audiencia. Llevad á ese niño al calabozo, y 
el lunes lo presentaréis en la audiencia de la ma- 
ñana. 
En vano rogó y suplicó Rodolfo, pues los agen- 
tes le cogieron del brazo, empujándole rudamen- 
te y haciéndole pasar delante de ellos hasta lle- 
gar á una puertecilla que se encontraba en el 
fondo del pretorio. 
La puerta daba acceso á 'una escalera, al pie de 
la cual se hallaba tun calabozo en el que ence- 
rraban hasta nueva orden á los presuntos acu- 
sados. 
-—Ruego al magistrado que tenga presente que 
ese niño está herido—observó el médico que ha- 
bía acompañado á Rodolfo,—y que, por tanto, ne- 
cesila ciertos cuidados. 
—¡Bah! ¡Bah !—respondió el magistrado.-—Dema- 
siado pronto se curará para ir al molino,
	        
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