Desde allí midió con la vista el salto que tenía
que dar, para llegar hasta el solar,
La tapia tenía unos veinte pies de elevación, y
al otro lado de ella no había ningún árbol ni
nada que pudiese permitirle amortiguar el golpe
de la caída.
Tuvo un acceso de desesperación, que le' duró
un momento,
¿Tendría que seguir el mismo camino que to-
mara antes y volver á su prisión?
De pronto, oyó ruido, y se puso á escuchar con
mucha atención, yendo en aumento su terror.
Desde el sitio en que, se hallaba, podía ver por
cima del tejado de mistress Fanoche, y por con-
siguiente, la parte delantera del jardín.
A pesar de la obscuridad, vió Rodolfo á tres
hombres que entraban por la verja. Vió que dos
se arrojaban sobre el otro derribándole al suelo,
y semejante espectáculo, como se comprende, no
era el más apropósito para tranquilizarle y cal-
mar sus terrores.
Eran el Hombre Gris y su acompañante que
ponían una mordaza á lord Palmure y se desem-
barazaban de su compañero.
En el primer momento, tuvo deseos de saltar al
solar, más le contuvo aún el instinto del peligro.
El remate de la tapia era plano, y Rodolfó se
puso en pie, y echó á andar por encima, y de
este modo pudo llegar hasta uno de los tejados.
Un saltimbanqui no hubiera hecho mejor tan
peligroso viaje.
Al llegar al extremo de la tapia se encaramó
en el tejado.
Sus miradas no se apartaban, sin embargo, de
la casa de mistress Fanoche, en la que había vis-
to entrar á aquellos dos hombres.
A fuerza de dar vueltas por el tejado, descubrió
al fin una abertura, y