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Si se presenta alguien en mi despacho para ha-
cer alguna declaración, llamad 4 Tobías, mi se-
cretario, que está allá arriba en su cuarto; pero
las notas tomadlas vos misma, porque el tal To-
bías es el hombre más ignorante é imbécil que
conocí,
Y mister Booth se marchó diciendo: A
—Una prima de mil libras, ¡por San Jorge! esó
equivale á diez años de mi sueldo y sería una
buena dote para Calalina.
No hacía cinco minutos que mister Booth se
había marchado, cuando Catalina, que había vuel-
to al saloncito y comenzado otra vez la lectura de
la Biblia, oyó en la calle el ruido producido por
los cascos de un caballo.
Curiosa, como lo son todas las muchachas, le-
vantó una punta del visillo de la ventana, á cuyo
lado se hallaba sentada.
Y vió que un elegante jinete, que no era otro
que el Hombre Gris, se apeaba á la puerta del
tribunal correccional, echando un chelin á un
granujilla, descalzo de pie y pierna, que acudió
corriendo para tenerle el caballo.
XVII
'Antes de penetrar en casa del magistrado en
compañía del Hombre Gris, enterémonos de dón-
de venía éste. :
El Hombre Gris había ido en derechura, y lo
primero á Kilburn square.
Si al inglés le cuesta mucho trabajo emocionar-
se, en cambio le dura muchísimo esa emoción
cuando se apodera de él.
El acontecimiento que había puesto en conmo-
ción todo el barrio, durante la noche anterior,
continuaba siendo el tema obligado de todas las
conversaciones en las casas inmediatas.
_ Había gente en los jardines, gente en las ven-