Full text: La jaula de los pájaros (3)

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rio, creyo que se hallaba en el deber de dis- 
traerle. 
— ¿Sabéis quiénes son esas señoras?—le pre- 
guntó. 
—No. 
—Pues son ladyes, damas pertenecientes á la. 
alta sociedad. 
—¡Ah!—hizo distraídamente sir Harris 
Se había apartado á un lado, y desde allí no 
veía el cadáver. ? 
Sir Roberto continuó: 
—Lo mismo en Londres que en las capitales 
más importantes del Reino Unido, existe una aso- 
ciación muy respetable que se llama de «Señoras 
protectoras de las cárceles.» 
—Estas señoras proceden—siguió diciendo sir Ro- 
berto,—en su mayor parte de la clase más kle- 
vada de la sociedad; visitan á los presos, cuidan 
Y socorren á sus familias y velan á los ajusticia- 
dos. A 
Siempre que se verifica alguna ejecución, esas 
Señoras se presentan la víspera en número de 
dos, y algunas veces de tres. 
Tienen derecho de visitar al condenado, de per- 
Manecer encerradas á solas con él y de recibir 
los encargos que pueda aquél querer para su fa- 
Milia. : 
—j¡Ah! ¿Y las dejan penetrar en el calabozo ?— 
preguntó sir Harris. : 
—Sin ningún inconveniente; tanto más cuanto 
que el condenado no se halla en estado de po- 
derse servir de sus manos, y esas señoras no tie- 
nen nada que temer. : 
Y el voluble gobernador continuó: 
—Cubren su rostro con un velo tan espeso que 
no es posible reconocerlas. En cuanto se verifica 
a ejecución, si es que los médicos renuncian á 
hacer la autopsia del cadáver, traen éste aquí y 
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