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miseria y el libertinaje beben en amigable com-
pañía.:
En el West-End, al Oeste, hallábanse los pala-
cios, edificios lujosos, las calles largas y tan bien
trazadas como bien cuidadas, los almacenes esplén-
didos, las mujeres radiantes de la belleza, cubier-
tas de pedrería y acompañadas por irreprochables
caballeros.
Los habitantes del West-End no visitan jamás
el East End.
Y los de éste ignoran cuáles son los esplendo-
res de que en el otro distrito hace gala la ciudad
monstruo.
Debido á esto, cuando la mísera vecindad del
Wapping y los pobres de Parmington-street vie-
ron aparecer la carroza de lord Wilmot con un
magnífico tronco de trotones, su cochero y laca-
yos empolvados, se figuraron que estaban sofiando.
Mujeres y niños agolpáronse en los umbrales
de las puertas, mientras tanto que otros se asoma-
ban á las ventanes.
Las criadas de la taberna que Jefíeries solía
frecuentar algunas veces, sin que nadie se le acer-
case, salieron también á la puerta,
Los dos lacayos echaron pie á tierra, colocando
sus largos bastones sobre la acerca.
En Londres, población en la que los impues-
tos suntuarios son muy numerosos, puede un lord,
mediante el pago de una cantidad, interrumpir
durante un momento la circulación.
Si pagó para ello, está en su derecho al hacerlo.
Y mientras que la carroza se detiene, los laca-
yos impiden el paso, atravesando sus largos basto-
nes para que su señoría pueda bajar del coche y
no tenga que rozarse con la canalla.
”
Esta se para sin murmurar, y espera á que
el noble personaje eche pie á tierra y haya entra-
do en la casa,
A
Aé AAA AAA AAA