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muy importante y de mucha consideración de w isth
que se prolongó hasta las ocho de la mañana.
—Prefiero que sea su señoría el que me dé la
orden de llevar la carta á milady—dijo el ayuda
de cámara al portero.
- Lord Palmure subía en aquel momento por la
escalinata del palacio.
El portero le enseñó la carta.
Esta se parecía á todas las cartas posibles.
Tenía, empero, una señal: en uno de los án-
gulos del sobre se veía una diminuta cruz.
Vióla el noble lord y se inmutó.
—¡Pobre Elena! —murmuró en voz baja.
Y levantándola, añadió:
—Entregad en seguida esa carta á Fanny, la
doncella, francesa.
—Vuestra señoría no recuerda tal vez que mi-
lady volvió del baile al amanecer—observó el por-
-tero.
—No importa; que la despierten—replicó lord
Palmure.
Las órdenes de éste cumpliéronse al pie de la
letra.
Despertaron á la doncella francesa, que hacía
poco rato se había acostado.
La entregaron la carta, y con ella entró en ¿el
cuarto de lady Elena.
Dormía ésta profundamente y se despertó sobre-
saltada preguntando:
—¿Qué me quieren? ¿Qué es lo que ocurre?
La doncella llevaba un candelero en una mano
y en la otra una bandejita de plata.
Y en ésta la carta. »
Apenas se fijó la mirada de lady Elena en la
crucecita del ángulo del sobre, se estremeció á
su pesar.
Su rostro se cubrió al mismo tiempo de moríal
palidez,