Full text: La jaula de los pájaros (3)

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¿Qué es lo que me quiere? ¡Diejaame en paz, mi- 
lady, pues no tengo necesidad de vuestra conversa- 
ción ni de la de los vuestros. 
Y mientras tanto que Bulton hablaba así, cerró 
el subgobernador la puerta del calabozo. 
El preso y la pretendida señora protectora de 
los presos quedaron á solas. 
Susana sé echó hacia atrás el velo. 
Al verla, dió Bulton un grito. 
Silenciosas y abundantes lágrimas humedecian 
el rostro de la irlandesa. Es 
—¡ Cállate!—dijo ésta llevandose un dedo á los 
labios. 
Y se fué á arrodillar al lado del lecho sobre el 
que estaba tendido Bulton. 
—Calla y no blasfemes más, e 
pitió, —y ya ves que Dios es bueno, puesto que 
permitió que nos viésemos. 
Y Bulton se calló. 
La aparición de Susana, del único sér al que ama- 
ra desde hacía mucho tien npo en este mundo, calmó 
súbitamente el furor del reo de muerte. 
Su alma se dilató, por así decirlo, y sus ojos se 
llenaron de lágrimas. 
—¡Perdóname, Susana de mi alma, perdóname! 
¡ Perdón !—murmuró. 
Susana apoyó su rostro en el del bandido y así 
confundiéronse sus suspiros y sus lágrimas. 
Durante largo tiempo permanecieron así juntos, 
la pecadora y el bandido, hablando ella de la infi- 
nita misericordia de Dios y del cielo que espera 
á los que mueren arrepentidos, y PECUCUAnADolA él 
como extasiado. 
Y cuando más tarde tres golpecitos a en la 
puerta anunciaron á Susana que debía retirarse, 
parecía que Bulton se había transfigurado. 
Una como celestial alegría AA su rostro 
y, murmuró; 
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