Full text: La jaula de los pájaros (3)

Era preciso pasar por delante de los calabozos 
de los reos de muerte. 
La víspera oía aún Juan Colden vociferar á Bul- 
ton y sus furiosos aullidos. ] 
En el corredor reinaba un profundo silencio. 
Al pasar por delante de la puerta del calabozo, 
meneó Juan Colden tristemente la cabeza, y dijo 
con melancólica sonrisa. 
—Creo que el pobre Bulton ya se calmó. 
—Y para siempre—añadió uno de los policemans. 
Desde este momento supo Colden á qué atenerse. 
Para dirigirse á la sala de la Audiencia, era ne- 
cesario pasar antes por el patio, y en seguida por 
la Jaula de los Pájaros. 
Levantó Colden la cabeza y vió allá en lo alto 
un girón de cielo azul en medio de las nubes gri- 
ses que se deslizaban impulsadas por el viento. 
Aspiró con toda la fuerza de sus pulmones una 
bocanada de aire libre, y encarándose con sir Ro- 
berto, que iba á su lado, le dijo: 
—Esto vale mucho más que un vaso de gine- 
bra. 
Uno de los vigilantes que marchaba á la cabeza 
de tan triste cortejo, abrió la puerta de la Jaula 
de los Pájaros. 
Entró Colden en aquel extraño paso y vió 4 
dos presos que estaban trabajando para levantar 
una losa. | 0 
—¿Qué es lo que están haciendo esos ahí?—pre- 
guntó á sir Roberto. 
No le respondió el subgobernador, y se limitó 
á decir á los policemans: 
—¡Apretad el paso! 
No comprendió Juan Colden por que tevanta- 
ban aquella losa. 
A pesar de esto, y sin darse cuenta del por qué, 
experimentó una sensación de terror vago. :
	        
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