—¿Y vos, compañero? — preguntó JTespués al
Hombre Gris.
—Lo estoy deseando—respondió éste,
Y los tres se sentaron á una de las mesas.
—Puesto que hace un momento me querías dejar
sin muelas—dijo á su vez el Pájaro Azul,—bien
podías pagarme una copa de ginebra.
—¡ Cualquier cosa! Pago una botella de Opor-
to—dijo. Guillermo.
—¡El tal Guillermo se va á beber su prima de
embarque en dos días!—dijo Berta, que ya se ha-
bía bebido catorce copas de ginebra.
—O te callas, Ó te reviento un ojo—contestó.
brutalmente Guillermo.
—Sois muy poco galante, compañero—indicó el
Hombre Gris con acento de reproche.
—Es que se pone muy cargante—contestó Gui-
llermo. :
—Beberás un vaso de Oporto—dijo el Hombre
Gris. —Siéntate aquí, hermosa.
Y la horrible criatura se sentó también á la mesa
'de Guillermo.
Este empezaba á estar ebrio. :
Berta se sentó sobre sus rodillas, y el timonel
no la rechazó. :
El Hombre Gris se inclinó y dijo al oído á Jyan
el mendigo: en
—Si vine aquí, fué para verte.
—¿Por mí?—preguntó el mendigo estremecién-
dose. ,
—SÍ
—¿Me conocéis?
—Yo no. Lord. Wilmot es el que te conoce.
—¡Ya lo creo!—dijo con orgullo el mendigo.
—Y me dió un encargo para ti; ¿en dónde vives?
—A dos pasos de aquí, en Wellclose-square.
—En el número 17, ¿no es verdad?
—Precisamente,
A