Y dijo esto Berta con acento de admiración.
—Puede que sí—dijo con modestia el Hombre
Gris,
Y, Berta continuó:
—De modo que si fueses mi hombre, me defen-
derías.
—Sí, por cierto.
—¿ Quieres serlo?
—¡Silencio!—dijo el Hombre Gris, que sonrió
á la innoble criatura. —Ya hablaremos de todo eso
allá arriba.
—¿ Quieres marcharte de aquí?
—¿No decías hace poco que tenías mucho calor?
—Es verdad, tienes razón; vámonos.
El Hombre Gris hizo una señal de despedida á
Jacobo, el Pájaro Azul, y se puso en pie.
Tambaleándose, se apoyó Berta en su brazo
Juan el mendigo echó á andar tras ellos.
Subieron los tres la, escalera, llegaron á la calle
y el mendigo dijo:
—Sé un sitio muy bueno en el que vendién una
gran cerveza. : :
—¿En dónde es eso?—preguntó Berta. y
—A dos pasos de aquí, en Wellclouse-Square.,
—Vamos allá—dijo la innoble criatura.—Se me
metió en la cabeza que el Hombre Gris ha de amar-
me, ¿no es verdad que me querrás mucho?
—Sí, por cierto, pero ahora lo que conviene es
que no te ladees tanto al andar —respondió el Hom-
bre Gris,
¿Acaso voy de través?
—SÍ, un poco.
—Entonces es que me acuerdo de Guillermo, que
me hizo traición, y juro que me vengaré.
Cada vez se apoyaba con más fuerza en el bra-
zo del Hombre Gris.
Habíanse metido en la callejuela en la que se
» Jaula de los pájaros—14