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= 215 =
—Bien, sigue .
—Una mujer vieja, que le sirve de criada, te
hace el almuerzo. Almuerza y sale después.
—¿Sabes á dónde?
—Se pasea, unas veces por los docks y otras por
los barrios más aristocráticos del West-End, en
los que apenas es conocido y en los que no teme
que los chicos le persigan dando voces é insultán-
dole.
Merienda después en la primera taberna que
encuentra al paso, y más tarde, come de noche
en cualquier parte, y siempre solo.
Bebe unas cuantas copas de cerveza y se vuelve
á su casa, y jamás habla á nadie.
—¿Y, cuando tiene que hacer una ejecución ?
—En ese caso sus costumbres cambian un poco.
—Explícamelo.
—La víspera por la mañana y al amanecer, se
presenta su ayudante Jefferies, y Jobson le da
sus órdenes.
Jefferies es el iencargado de levantar el patíbu-
lo durante la noche y el que se hace cargo del
capuchón negro y ide la cuerda, porque el verdugo
no toca nada de eso hasta el último momento.
Pasa el día fuera de su casa como de ordinario,
pero algunas personas que le han visto meren-
dar, aseguran que ese día no bebe más que agua.
En vez de volver muy tarde á su casa como de
costumbre, lo hace al caer de la tarde, y en se-
guida se acuesta,
—¿Sin cenar?
—Sin cenar, sí, porque, según parece, no tiene
valor para desempeñar su triste oficio más que
con la condición de tener el estómago vacío y,
la cabeza serena:
Más tarde, se pone el abrigo y se marcha á New-
gate á esperar la hora de la ejecución.
—Todo eso está muy bien; pero yo guisiera sa-