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Haced al pie de la letra cuanto yo Os diga, y
creed ciegamente cuanto yo os digo, pues de no
hacerlo, quizá la noche de mañana la pasaréis
en Newgate.
Estremecióse á pesar suyo la Fanoche.
—Obedeceré—murmuró.
—Y no intentéis huir—añadió el Hombre Gris,
—porqué no daríais dos pasos fuera de esta casa
sin que os prendiesen. Haced lo que os mando
y quedaréis satisfecha.
—Tened presente una cosa—dijo mistress Fa-
noche á la que la mirada dominadora del Hom-
bre Gris llegaba hasta el fondo del alma
—¿ Y es?
—Que ese niño tiene un carácter muy enérgi-
go y una razón superior á su edad.
*—i¿ Y bien?
—Pues que protestará delante del Mayor dicien-
“do que no es su hijo y se quejará de mí.
—Seguís equivocándoos. Os doy mi palabra de
honor de que el niño se arrojará en vuestros bra-
zos y hará cuanto le mandéis.
Al oir esto, el asombro de mistress Fanoche
trocóse en estupor. :
El Hombre Gris cogió el sombrero.
—Adiós y hasta mañana.
Dijo, y abriendo la puerta del saloncito llamó
al Dandy, que continuaba en la cocina haciendo
compañía á María la escocesa.
A los cinco minutos de ocurrir esto, el preten-
dido agente de policía, al que en Scotland-Yard co-
nocían por Simouns, se dirigía 4 Londres en com-
pañía del Dandy, en el mismo carruaje que les
estuviera esperando en la esquina de Heat-Mount.
Hacía quince días que el Dandy iba de asombro
en asombro, y tras de aquel ¡ele que se impusiera
él mismo