:—No es posible que las ejecuciones se verifi-
quen de noche—observó el tenedor de libros con
mucha timidez.
—Pero podrían elegir otro puesto que no fuese
Old Bailey. :
.—¿ Y en dónde?
—¡Qué sé yo! Delante de White Hall, por ejem-
plo, y si no, en un barrio cualquiera de esos del '
Whest End, en el que no hay nada que hacer y
y no son como en estos gentes formales. A
Además de lo que eso perturba, es un mal es- A
pectáculo para la gente joven, y si no, ahí tenéis de
á todos esos gallitos que están cacareando en vez A
de ponerse á trabajar. Ñ
Y después de decir estas palabras, dió Morok o
aquella voz formidable que hizo cesar la conver- A
] sación de los dependientes, que se dirigieron apre-
; suradamente al puesto que tenía designado cada
| uno en el escritorio.
E Obtenido este resultado, entróse Morok en su
departamento y procedió á abrir la caja, la que
tenía cuatro cerraduras muy complicadas y pro-
vista cada una de abecedarios, cuya combinación
se cambiaba cada ocho días. |
El tenedor de libros se figuró que podía conti- :
huar la conversación.
—¿No vísteis nunca eso, señor Morok?—pre-
guntó.
b —¿Y qué es eso?
—Una ejecución. 4
—No la presencié nunca. :
—Y sin embargo, hace mucho tiempo que la
casa de banca hállase establecida aquí. A
—Más de cincuenta años, y, ya hace cuarenta y
y cinco que estoy en ella. dd
—¡ Años son!—murmuró el tenedor.
—Ahorcan por término medio unos cinco por