Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

—= 107 = 
—Esta mañana fuí cuatro ó cinco veces desde 
Southwar, que -es mi barrio, á la City. 
—Pues son esas muy buenas caminatas—dijo el 
Dandy.—Eso hace lo menos cuatro ó cinco millas 
contando ida y vuelta. 
—Sí, poco más ó menos. 
Y suspirando añadió: 
—Y todo para nada... 
En este mismo momento llegó el vapor ómni- 
bus y se acercó al pontón. 
El Dandy no tuvo tiempo de hacer preguntas 
á la mujer por qué había hecho, tantos viajes. 
Saltó del pontón al vapor ómnibus en el que 
había apenas una docena de personas lo que per- 
mitió á la mujer que se quejaba de frío irse á 
sentar al lado de la máquina. 
Al ver esto el Dandy, tomó asiento á su lado 
y, reanudó la conversación. 
—¿Con que fuísteis cuatro veces á la City? 
—Sí, señor, y por cierto en vano—respondió. 
El Dandy esperó á que se explicase. 
Y sin duda la mujer no deseaba otra cosa, por- 
que continuó: 
—Me fuí á White Cross. 
—¡A la cárcel de los deudores? 
—Sí. Está mi marido en ella. 
—¡Pobre hombre! ¿Debe mucho? 
—No, señor. Una persona caritativa que fué 4 
verme ayer, me entregó la cantidad suficiente para 
que le pusieran en libertad, 
—i Y lo conseguísteis? 
—Hasta' ahora, no señor. 
—¡ Cómo! 
—Es toda una historia y vais á ver cómo los 
Pobres son á veces muy desgraciados persiguién- 
doles constantemente la mala sombra. » 
—Os escucho—dijo el Dandy mientras el vapor 
ajaba rápidamente por el ¡Pámesis,
	        
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