Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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Mi marido se llama Patricio—siguió diciendo 
la mujer, y le metieron en la cárcel á instancias 
de un tal Pussex, panadero, que vivió durante mu- 
cho tiempo en nuestro barrio y que ahora está 
en Rotherite 4 donde se fué después de retirarse 
de los negocios y á él es á quien voy á ver des- 
esperada y sin saber qué hacer. 
—Y yo creía que no había más que hacer que 
presentarse en la cárcel con el dinero para ob- 
tener en el acto la libertad del preso. 
—También yo creía lo mismo- contestó la mu- 
jer.—Fué ayer noche cuando me dieron el dinero 
y hoy me levanté de madrugada y apenas era de 
día me presenté en la cárcel. 
El portero del rastrillo me dió con la puerta 
en las narices diciéndome: 
«—Es aún muy temprano, volved á mediodía.» 
Me volví á mi casa porque tengo dos niños pe- 
queños y no me gusta dejarlos solos durante mu- 
cho tiempo. 
—¿ Y volvísteis á mediodía ? 
—Sí, señor. Me dejaron entrar y pude ver á mi 
marido: pero cuando quise pagar me dijeron que 
sólo el gobernador sir Cooman. podía recibir mi 
dinero, y precisamente, sir Cooman, que no se mo- 
vía nunca: de la cárcel, habíase ido á la City don- 
de almorzaba con el lord corregidor y los alder- 
mans, en la gran sala de Guild'hall. Me dijerorn 
que no volvería hasta las dos, y no tuve más re- 
medio que hacer otro viaje. 
—¡ Pobre mujer!—exclamó el Dandy. 
—Volví á las dos. 
—¿Y encontrasteis á sir Cooman? 
—Sí, señor, pero cuando le enseñó el dinero, 
me dijo que no era aquella la cuenta' y la verdad 
es que han cometido un error en el libro de en- 
trada de presos poniendo un cero de más y en 
vez de diez guineas figuran cien. En vano dije
	        
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