Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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á su honor y os convenceréis de que no quité 
Jada. 
—¡ Porque no tuviste tiempo, miserable!—voci- 
feró el Dandy. 
Y nuestro héroe supo expresarse con un acento 
autoritario que intimidó un tanto á los police- 
mans. 
—Vamos á Scotland-Yard y allí veréis como tu- 
ve derecho á obrar como lo hice—dijo á su vez 
Juan. 
Y los policemans vacilaban y se miraban. 
Uno de ellos pareció hallar la solución á un 
enigma tan espinoso y preguntó á Juan el men- 
digo: 
—Según decís, sois un jefe superior de policía. 
—Aquí está la placa. 
—Y vos—añadió el policeman encarándose con 
el Dandy,—decís, que sois un caballero que se- 
guía su camino y al que ese hombre quiso robar. 
—Lo juro—contestó el Dandy. 
—¿De dónde veníais? 
—De Charing-Cross. 
—¿A dónde ibais? 
—A Rotherite, en donde estamos. 
—¿ Entonces conoceréis á alguien aquí?—pregun- 
tó el policeman.—Y en ese caso no os será difí- 
cil presentarnos alguna persona que pueda pro- 
bar vuestra identidad. 
El Dandy tenía, sin embargo, muy buenas ra- 
zones para no decir lo que iba á hacer á Rothe- 
rite y á quién iba á visitar, porque respondió: 
—Os equivocáis; no conozco á nadie en, Rothe- 
rite, 
—¿ Y qué veníais á hacer en ese caso? 
—Pasearme. 
—¿A estas horas y de noche? 
—Soy un caballero excéntrico —respondió com 
fría dignidad el Dandy.
	        
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