Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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Ésa contestación, que habría convencido á gran 
número de ingleses, no satisfizo al policeman. 
— Escuchadme — dijo, —no será á estas horas 
cuando encontramos á los jefes en Scotland-Yard, 
para que digan si tenéis razón ó si este hombre 
dice la verdad. Los jefes de policía deben estar 
acostados y será necesario esperar á mañana pa- 
ra que todo esto se ponga en claro. 
—Esperaremos á mañana—dijo Juan el mendigo. 
—De manera que no es á Scotland-Yard á don- 
de vamos á llevaros—repuso el policeman. 
—¡¿A dónde entonces? 
—Vais á verlo. En marcha. 
Hizo el policeman una señal á su compañero 
para que cogiese del brazo á Juan el mendigo y, 
al mismo tiempo, pasó el suyo por el del Dandy. 
—Pero ¿4 dónde queréis llevarme? — preguntó 
éste al mismo tiempo. 
—Ahora lo veréis. 
Y los dos policemans hicieron que el mendigo 
y el Dandy siguieran hasta el pontón embarca- 
dero. 
Casi al mismo tiempo oy6se silbar la máquina 
de un: vaporcito que remontaba el Támesis. 
—He ahí lo que necesitamos—dijo uno de los 
agentes. 
Y tiró de la cuerda de la campana del pontón. 
Al sonar ésta, la embarcación, que era una lan- 
cha de vapor que habría pasado por delante del 
desembarcadero sin detenerse, paró la hélice y 
fuese acercando poco á poco. 
A II
	        
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