Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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moceton'es saltaban 4 una barca colocando en ella 
al ahorcado alejándose en seguida. 
—Eso no prueba nada, 
—Sí, porque la embarcación bajó á la deriva y. 
la seguí con la mirada. Tomó la dirección de Ro- 
therite. 
—¿ Y quién te dijo que se detuvo allí? 
—Aguarda... Al día siguiente tomé el vapor óm- 
nibus para ir á Greenwich y entre los pasajeros 
que subieron en London Bridge reconocí á uno 
de los cuatro que se llevaron á Colden en la lan; 
cha. Al llegar 4 Rotherite desembarcó. 
—¡ Y no se te ocurrió seguirle? 
-—-No, porque no había leído aún en los perió- 
dicos que daban una prima de cien libras al que 
descubriese el sitio en donde estaba oculto el reo. 
Cuando lo leí supuse que éste debía hallarse en 
Rotherite y que un día ú otro encontraría yo á 
ese corpulento irlandés, le podría seguir y así des- 
cubriría el escondite de Colden. 
—¿Y es por eso por lo que pasamos aquí días 
y, noches? 
—Sí, 
—Hasta ahora no hemos descubierto nada. 
—¡Paciencia! todo se andará. 
El Dandy no oyó nada más, pero sabía á qué 
atenerse. Se levantó sin hacer ruido y se alejó 
de puntillas. 
—Será necesario vigilar á ese par de tipos—se 
diio,—si bien el daño no es tan grande como yo 
presumí. No son los policemans los que nos per- 
siguen, sino una policía particular nacida de la 
especulación privada. Les daremos un pie de pa- 
liza y todo quedará arreglado. 
Dicho esto tomó el camino de Borough. Hay 
más de una legua de Rotherite á Soutwark, pero 
en cambio el Dandy sentíase como remozado aquel 
día y en poco tiempo llegó á la catedral de los 
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