Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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su rostro pareció rejuvenecerse y el Dandy se 
inclinó subyugado.—¡Oh! ¿quién sois, señor/?—ex- 
clamó. 
—Soy un ángel caído, á quien Dios dió el arre- 
pentimiento y dejó fuerza y voluntad —respondió 
el Hombre Gris, y después desapareció aquella 
aureola que durante un momento coronó una fren- 
te inteligente. El Hombre Gris volvió á ser el 
personaje melancólico que el Dandy encontrara 
por primera vez en la taberna del Caballo Negro. 
—Ahora escúchame, ocupémonos de Juan Colden. 
No conviene que vuelva á Newgate, sino que es 
preciso que pueda ir y venir por todas partes 
sirviendo á nuestra causa. 
—Está bien—contestó el Dandy y el Hombre 
Gris sacó un libro de memorias del que arrancó 
una hoja en la que escribió algunas palabras con 
lápiz. —Mañana—dijo, —irás á una farmacia y di- 
rás que te despachen, esta receta. Después harás 
que tome Colden esa medicina en dos veces y con 
dos horas de intervalo. : 
Yi se convertirá en un mulato? 
—En una hora y para el pelo dejarás unas cuan- 
tas gotas con las que lo frotarás después y “de 
rojo se volverá negro. 
—Así lo haré—respondió el Dandy, que no dudó 
ni un solo instante del resultado. 
—¿Cómo sigue la hija de Jefferies 4 
—Se levanta y pasea por el jardín. 
—Mañana iré á verla. 1 
—Vais á salir, ¿y si os ocurre algo? 
—¡Bah! La hora de mi muerte está lejos dun. 
Adiós, ejecuta mis órdenes y no te preocupes por 
nada—y el Hombre Gris, dicho, esto, despidió. con 
el gesto al Dandy; na par. ARANA 
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