IN A a e
e 15
su rostro pareció rejuvenecerse y el Dandy se
inclinó subyugado.—¡Oh! ¿quién sois, señor/?—ex-
clamó.
—Soy un ángel caído, á quien Dios dió el arre-
pentimiento y dejó fuerza y voluntad —respondió
el Hombre Gris, y después desapareció aquella
aureola que durante un momento coronó una fren-
te inteligente. El Hombre Gris volvió á ser el
personaje melancólico que el Dandy encontrara
por primera vez en la taberna del Caballo Negro.
—Ahora escúchame, ocupémonos de Juan Colden.
No conviene que vuelva á Newgate, sino que es
preciso que pueda ir y venir por todas partes
sirviendo á nuestra causa.
—Está bien—contestó el Dandy y el Hombre
Gris sacó un libro de memorias del que arrancó
una hoja en la que escribió algunas palabras con
lápiz. —Mañana—dijo, —irás á una farmacia y di-
rás que te despachen, esta receta. Después harás
que tome Colden esa medicina en dos veces y con
dos horas de intervalo. :
Yi se convertirá en un mulato?
—En una hora y para el pelo dejarás unas cuan-
tas gotas con las que lo frotarás después y “de
rojo se volverá negro.
—Así lo haré—respondió el Dandy, que no dudó
ni un solo instante del resultado.
—¿Cómo sigue la hija de Jefferies 4
—Se levanta y pasea por el jardín.
—Mañana iré á verla. 1
—Vais á salir, ¿y si os ocurre algo?
—¡Bah! La hora de mi muerte está lejos dun.
Adiós, ejecuta mis órdenes y no te preocupes por
nada—y el Hombre Gris, dicho, esto, despidió. con
el gesto al Dandy; na par. ARANA
a