Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

ss 160 == 
XXI 
¿Qué fué lo que pasó entre los tres? 
Eso era más que seguro que ni lady Elena ni 
el reverendo Town iban á decirlo, pero, una ho- 
ra después, y en el momento en que se marchaba, 
murmuró Patricio: 
—Lo que es esta vez vendí mi alma á esos dos 
demonios. Es en vano que uno quiera ser honrado 
cuando se es pobre y se cae en manos de ricos, 
porque se acaba siempre siendo un criminal. 
Y Patricio ahogó un suspiro, salió apresurada- 
mente ed Belgrave square y se dirigió al puente 
de Westsingter. 
Este puente es como el límite natural que se- 
para lo bello de lo feo, la opulencia de la miseria, 
los palacios de las casas negras, ahumadas y féti- 
das, en las que pulula una población andrajosa y 
macilenta en lucha constante con las privaciones 
y el hambre, 
Detúvose en medio del puente, cuyos numero- 
sos reverberos reflejaban sus luces en las negras 
aguas del Támesis. El violento viento que sopla- 
ba del noroeste desgarró la niebla, y allá, en lo 
alto, se veían las estrellas, y abajo, los obscuros 
reflejos del agua, en que rielaban las luces de 
gas. 
Se echó de bruces Patricio sobre la balaustra- 
da del puente y paseó sus miradas desde la orilla 
izquierda, en la que todo eran esplendores, á la 
orilla derecha, en la que reinaban como soberanas 
la sombra y el sufrimiento. 
El Parlamento, cuyos cimientos bajan al río, 
resplandecía de luz como un faro gigantesco, 
cir
	        
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