Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

la orilla del Támesis lo bastante á tiempo paral 
evitar que pereciese. 
XXIN 
Vamos ahora en busca del Dandy, al que vimos 
la víspera de ese mismo día en que Patricio se 
reunía con Nichols y el escocés Macferson, se- 
pararse del Hombre Gris, al que dejó en el cam- 
panario de San Jorge y provisto de aquella rece- 
ta misteriosa con cuya aplicación Juan Colden de- 
bía cambiar de piel y de color. 
Era muy tarde para hallar ninguna farmacia 
abierta y además, después de la conversación que 
había oído, se figuró el Dandy que no había min- 
gún peligro en el escondite para Colden, y que se 
podía esperar hasta el día siguiente. ! 
Se alejó de San Jorge, se dirigió hacia el Táme- 
sis y el puente de Westminter al otro lado del 
cual estaba seguro de encontrar si no un punto de 
coches, al menos alguno de éstos que vagase des- 
ocupado á la ventura y en efecto, vió uno que en 
aquel momento desembocaba delante de la iglesia, 
en la avenida Victoria, 
Llamó al cochero, subió al coche y mandó que 
le llevase 4 Hampstead. 
Desde que el Hombre Gris se ocultaba, es decir, 
desde que se verificó todo lo que se relacionaba 
con Colden, el Dandy era el único que se cuidaba: 
de la hija de Jefferies. Puesto ¡al corriente del tra- 
tamiento ideado por el Hombre Gris, hacía el Dan- 
dy que Jeremía aspirase dos veces al día las ema- 
naciones del fenol y del alquitrán que, mezcladas, 
debían curar sus pulmones. 
Iba Jeremía recobrando la vida y, hasta empo
	        
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