Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

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contenía unas cuantas de esas cerillas que duran; 
unos dos minutos. La restregó en la lija de la 
caja y chispeó la luz, 
—¡Mírame!—ordenó el Dandy. 
No se había visto aún, pero era tan grande su 
fe en el Hombre Gris que no dudó ni un; solo 
instante acerca del éxito de la metamorfosis por 
aquel anunciada. 
De pronto dió un grito el escocés. 
La claridad que se desprendía de la velilla' ¡lu- 
minó á su compañero y vió que éste se había; 
transformado en un negro con el cabello blanco. 
—Ya lo estás viendo ¡soy el diablo!—repitió el 
Dandy lanzando un grito estridente. 
Era tan poco lo que dudaba, el escocés que em- 
pezó á dar gritos horrorososs y se refugió en lo 
falto de la escalera que comunicaba con, el entre. 
puente. 
El Dandy le siguió gritando. 
—¡Soy el demonio! ¡Teme mi E 
Y se levantó apoyando un pie en la escalera 
El fósforo se concluyó y todo quedó PEN 
en la obscuridad. 
Pero el Dandy tenía también cerillas y el esco- 
cés, que estaba haciendo vanos esfuerzos para le- 
vantar la escotilla del entrepuente, vió que la cala 
se iluminaba de pronto y al Dandy, más negro 
que el mismo demonio, pegando fuego á un poco 
de paja que había quedado en un rincón. 
El terror duplicó las fuerzas del escocés que hizo 
hincapié en la escalera, apoyó los hombros en 
la escotilla y la dió un empellón tan violento que 
la clavija que la sujetaba saltó hecha pedazos y 
el tablero se levantó cayendo á un lado. 
' Y Macferson, loco de terror, con el pelo erizado, 
huyó por el entrepuente primero y después por 
la cubierta, 
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