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mi temple, sacrifica, si es necesario, su reputa-
ción á su rencor.
El Hombre Gris desabrochóse la bata de lord
de Palmure, que cruzaba sobre su pecho y apareció
E á lady Elena en traje de etiqueta, con frac negro
vel y corbata blanca.
4 Y en: seguida sacó una carterz de su bolsillo.
—Tomadlas, aquí están vuestras cartas —dijo.—
Ixaminadlas, contadlas y echadlas al fuego.
Ahogó lady Elena un grito.
OS PROSA ATRLS
a Foz. A
—¡ Tened cuidado!—dijo extendiendo una mano
que temblaba hacia la cartera. —¡ Tened cuidado |
4 con lo que hacéis! ;
4 —No os tengo miedo—respondió el Hombre Gris.
in Lady Elena estaba lívida de furor.
—¡Ah!— exclamó cogiendo la cartera. — Tan
) fuerte os creéis?
% —Bastante.
3 Respondió el Hombre Gris, y en sus labios apa-
E yeció una nueva sonrisa.
XXX 4
10 En aquel momento tuvo lady Elena un arran-
0 que de generosidad. |
Había cogido la cartera con mano trémula y Pb
en vez de echarla al fuego la dejó sobre la; mesa. '
—Estáis equivocado respecto 4 mí—dijo,—pues
] no quiero herir 4 un enemigo desarmado. Reco-
4 ged esas cartas y la lucha entablada entre nos-
y otros, será más encarnizada, más ardiente.
ñ El Hombre Gris no había dejado de sonreir.
2 —Escuchadme—repuso.—Hace un momento que
8 os dije que si no me presentaba antes de las
matro de la madrugada en el club en que se :
roo