Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

—A fe mía que no—respondió el Dandy. 
—Y, sin embargo, te aseguro que la cosa no pue- 
de ser más sencilla. Esta cuerda, que de una pun- 
ta une á la otra y que es del mismo color, se 
compone de dos qubelanplas. 
—¿ Cómo ? me 
—Sí, es de cáñamo por un lado, y por el otro 
goma. Supón por un momento que el nudo corre- 
dizo que acabo de hacer es el que pasan al cuello 
del desgraciado Colden. La cuerda tendría fuer- 
za para sostenerle un momento en el aire, mien- 
tras que la goma dará de sí lo suficiente para, 
que el peso del cuerpo no produzca la estrangu- 
lación instantánea. 
—Pero, por desgracia—observó el Dandy,—no 
es con esa cuerda... 
—Estás muy equivocado, ¿no dije á Jefferies 
que viniese aquí? 
—SÍ. 
—Pues bien, como esta cuerda tiene el mismo 
grueso, largo y color que la que usa > cian 
—i, Cómo lo sabéis?  »- “1 
— La examiné la noche pasada — respondió el 
Hombre Gris y sin querer dar más explicaciones, 
añadió: —Ten muy presente que la vida de Juan 
Colden está entre tus manos y que si te llegas 
á equivocar, ni yo ni Jefferies podríamos salvarle. 
—¡Oh'!—respondió el Dandy.—Podéis estar tran- 
quilo, porque no me equivocaré y para evitarlo 
tengo un medio muy sencillo. El dejar hecho el 
mudo en, la cuerda que tiene gomia y, por el lado 
de ésta. | 
—Sea—dijo el Hombre Gr ¿De modo que lo 
comprendíste bien. Cuando venga Jefferies le darás 
esa cuerda á cambio de la que traerá él. Con esa 
condición, respondo de todo. 
—Si es así, Juan Colden está salvado-—respon- 
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