—A fe mía que no—respondió el Dandy.
—Y, sin embargo, te aseguro que la cosa no pue-
de ser más sencilla. Esta cuerda, que de una pun-
ta une á la otra y que es del mismo color, se
compone de dos qubelanplas.
—¿ Cómo ? me
—Sí, es de cáñamo por un lado, y por el otro
goma. Supón por un momento que el nudo corre-
dizo que acabo de hacer es el que pasan al cuello
del desgraciado Colden. La cuerda tendría fuer-
za para sostenerle un momento en el aire, mien-
tras que la goma dará de sí lo suficiente para,
que el peso del cuerpo no produzca la estrangu-
lación instantánea.
—Pero, por desgracia—observó el Dandy,—no
es con esa cuerda...
—Estás muy equivocado, ¿no dije á Jefferies
que viniese aquí?
—SÍ.
—Pues bien, como esta cuerda tiene el mismo
grueso, largo y color que la que usa > cian
—i, Cómo lo sabéis? »- “1
— La examiné la noche pasada — respondió el
Hombre Gris y sin querer dar más explicaciones,
añadió: —Ten muy presente que la vida de Juan
Colden está entre tus manos y que si te llegas
á equivocar, ni yo ni Jefferies podríamos salvarle.
—¡Oh'!—respondió el Dandy.—Podéis estar tran-
quilo, porque no me equivocaré y para evitarlo
tengo un medio muy sencillo. El dejar hecho el
mudo en, la cuerda que tiene gomia y, por el lado
de ésta. |
—Sea—dijo el Hombre Gr ¿De modo que lo
comprendíste bien. Cuando venga Jefferies le darás
esa cuerda á cambio de la que traerá él. Con esa
condición, respondo de todo.
—Si es así, Juan Colden está salvado-—respon-
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