Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

labia at RÓS dd nl 
em 5) = 
pero, á través de ella se oía los aullidos y los 
sordos estremecimientos de la muchedumbre que 
esperaba con impaciencia para ver morir un hom- 
bre. 
En aquel instante sintió Juan Colden que se 
debilitaba un tanto la firmeza de su alma ¿cómo 
era posible que creyese aún que podían salvarle? 
Era en ese mismo momento cuando se ofrecía 
al condenado un vaso de vino. 
El cocinero se presentó con una bandeja en la 
que había un vaso lleno y Colden lo rechazó. 
— ¿Para qué?—dijo, y echó á andar. 
Abrióse la puerta y por un segundo detúvose 
Colden ebrio de horror y sintiendo que le oprimía 
la garganta ese misterioso espanto que la presen- 
cia de la muerte impone á los más valientes. 
Acababa de ver el patíbulo al mismo nivel de 
la puerta y todo alrededor de él una nube de 
cabezas que se movía y vociferaba. Los ayudan- 
tes de Jefferies tenían aún encendidas las hachas 
de viento, y del travesaño superior de la horc: 
colgaba la cuerda. 
¡Valor! —dijo el sacerdote y abrazó al reo que 
hizo un esfuerzo supremo y franqueó el dintel 
de la puerta pasando al tablado del patíbulo. Di- 
rigió la postrera mirada á su alrededor y en ella 
se leía un resto de apego á la vida mezclado con 
la expresión de una resignación muy cristiana, 
Jefferies le echó el lazo fatal alrededor del cue- 
llo y Colden se volvió buscando con la mirada 
al abate Samuel que ya no estaba allí. 
-——Todo ha concluído—murmuró.—¡Que Dios sal- 
ve á Irlanda! 
Y cuando aun buscaba algún rostro amigo entre 
aquella marea humana, Jeffleries le echó sobre los 
ojos el negro capuchón y ya no pudo, ver nada 
más. 
o 
q 
$ 
ñ 
” 
E 
eN 
0 
cs 
A 
Us 
7? 
sta 
E
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.